Es uno de los pueblos cuyo topónimo parece más singular
y, a la vez, más claro en significado. No hay duda de su origen, en
cuanto a la abundancia de viñas y por tanto, de cepas, como elemento de
cultivo propio de aquellos aldeanos que en tiempos de repoblación
decidieron habitar el lugar.
Aunque este
lugar no aparece en las crónicas históricas por sus hallazgos y por su
restos arqueológicos, cierto es que fue un importante núcleo poblacional
ya desde tiempos del siglo XIII con abundantes casas y un número de
vecinos de cierta consideración, manteniendo pósito, cárcel, escuela de
primeras letras y algún que otro estudiante de gramática.
Uno
de los grandes problemas a la hora de intentar elaborar la historia de
este pueblo es la carencia de fuentes históricas y bibliográficas.
Arrancacepas debió surgir, posiblemente, al amparo de la labor
reconquistadora y repobladora del Concejo de Cuenca, tras su conquista
por las tropas cristianas de Alfonso VIII en 1177,
pasando desde este mismo instante a formar parte del amplio término y
alfoz (distritos con diferentes pueblos que forman una misma
jurisdicción) con que fue dotado el concejo conquense que se encargará,
mediante compras y nuevas fundaciones de ampliar el territorio
inicialmente cedido por el rey. Es, por tanto, en el siglo XII
cuando Arrancacepas se integra como aldea de las tierras de Cuenca. El
topónimo, Arrancacepas, hace clara alusión a su cultivo más extendido,
como queda patente en las numerosas cuevas de vino que tenía la
población a finales del siglo XIX (83 según documentos conservados).
Durante el siglo XIV parecen alternarse o convivir sobre la aldea, las jurisdicciones del Concejo de Cuenca y de Alvar García de Albornoz, muerto en 1374 y que figura como señor de Villaseca, Arrancacepas, Sacedón, Villar de Olalla y otras. Además de Arrancacepas, el sexmo comprendía las aldeas de Villar de Domingo García, Albalate de las Nogueras, Villaconejos de Trabaque, Olmedilla de Éliz, Bólliga y Fuentes Buenas.
En el siglo XVI,
una característica del reinado de Carlos I es la facilidad con la que
numerosas aldeas adquieren el título y rango de villa mediante
privilegio real, a cambio de ciertas cantidades de dinero que las aldeas
entregan a la Corona en concepto de compra de título. Al igual que
muchas aldeas, aunque no queda constancia documental, Arrancacepas
obtiene el título de villa en el siglo XVI. A finales del siglo XVI(1591), durante el reinado de Felipe II,
Arrancacepas aparece como Villa de la Tierra de Cuenca, y en el censo
que mandó elaborar el monarca se señala que cuenta con 109 vecinos (unos
450 habitantes) de los cuales 106 son pecheros (personas obligadas a
pagar rentas o tributos al Rey), 2 son hidalgos y uno es clérigo.
Durante toda la edad moderna hasta el siglo XIX se confirma el descenso de la población, descenso que continúa a lo largo del siglo XX,
de forma que en 2007 sus habitantes son únicamente 37. Arrancacepas
contó con cinco ermitas de las que en la actualidad solo se conocen
tres: la de la Ascensión al Este, La de la Caridad al Norte y San Roque
al Oeste.
Podemos visistar:
Iglesia
Parroquial la advocación de San Gil.- Iglesia del s. XVII de
mampostería con sillares en las esquinas y espadaña de dos huecos
rematada en pirámides, sobre los pies de la iglesia. La portada es de
arco de medio punto apilastrada, con imposta de poco vuelo y clave
decorada. En el interior hay tres tramos cubiertos de bóveda de cañón
con lunetos y la cabecera con cúpula de media naranja. En el atrio se
encuentra una estela con cruz griega. Aunque su interior fue saqueado
durante la Guerra Civil, se conservan varios cuadros, imágenes y objetos
litúrgicos de interés. Sus cuadros al óleo, adquiridos en el momento de
mayor apogeo de la misma: Lienzo de San León Pontífice Magno y el
lienzo de San Antonio Abad. Su pila bautismal es de cierta importancia
por el decorado de gallones de relieve pronunciado, aunque su forma
esférica, chata y de gollete estrecho también la singulariza.
En el museo Diocesano de Cuenca se custodia una cruz procesional de bronce, con grabados y restos de dorado del siglo XIII.
Ermita de la Ascensión. Ruinas.
Dentro del pueblo se conservan varias estelas funerarias.
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