El monasterio de Santiago de Uclés fue construido por la Orden de Santiago, cuya casa central se encontraba allí. Desde 1931 es un Bien de Interés Cultural. El cerro sobre el que se asienta el monasterio, acogió ya en la antigüedad un castro celtíbero. Fueron sin embargo los musulmanes quienes construyeron una fortaleza con imponentes parapetos defensivos, algunos de los cuales se pueden observar aún hoy en día. Tras ser definitivamente conquistado por los cristianos, el rey Alfonso VIII cedió en 1174 el castillo a la Orden de Santiago, convirtiéndose en su casa matriz. Con el paso del tiempo, se fue constituyendo un intrincado conjunto de dependencias, en las que residían los miembros de la orden, que se unieron a la fortaleza y a la iglesia construida tras la conquista cristiana.
Tras el fin de la Reconquista, el conjunto de edificios sufrió una remodelación radical, que acabó con gran parte de los elementos defensivos del castillo y le dio el aspecto actual. No así con las murallas, que aún se conservan: una primera muralla protegía la antigua huerta, regada con las aguas del río Bedija; una segunda, actualmente en muy mal estado, deja aún entrever su disposición en forma de dientes de sierra.
La construcción del monasterio se inició en 1529, durante el reinado de Carlos I (la corona había adquirido en el siglo XV el maestrazgo de la orden), comenzando por el ala este, que es de estilo plateresco. Las trazas originales son de Enrique Egas. En el último cuarto del siglo XVI comenzó la construcción de la iglesia, de estilo herreriano. Avanzado el siglo XVII continuaron las obras del patio y de la escalera principal, al tiempo que se concluían las alas oeste y sur. La obra finalizó en 1735, bajo el reinado de Felipe V, elevándose un cuerpo la nave oriental y terminándose la portada principal, que es de estilo churrigueresco.
Para su construcción se utilizó piedra del cerro «Cabeza del Griego» (Segóbriga), sobre todo en la fachada oriental.
En 1836, con la desamortización de Mendizábal, la Orden de Santiago tuvo que abandonar el edificio. A principios del siglo XX se destinó el monasterio a colegio de enseñanza, y más tarde a noviciado y colegio de agustinos, hasta que en 1936 fue saqueado y destrozado interiormente, instalándose luego en él un hospital provisional. Terminada la Guerra Civil, se dedicó a cárcel para presos políticos entre los años 1939 y 1943, en cuyo periodo murieron más de mil presos, fusilados o a causa de diversas enfermedades y fueron enterrados en una zona externa al monasterio, conocida como «La Tahona». Cerrada la prisión, fue restaurado y recibió en octubre de 1949 se convirtió el seminario menor del obispado de Cuenca, con el nombre de Seminario Menor «Santiago Apóstol».
Bien de Interés Cultural. El monasterio fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. En 2003 se amplió la protección a su entorno.
Fruto del largo período durante el cual se ejecutaron las obras, pueden apreciarse en el monasterio tres estilos arquitectónicos: plateresco, herreriano y churrigueresco, lo que le convierte en un lugar ideal para realizar un repaso de historia del arte. El ala este del monasterio, de la primera mitad del siglo XVI, se ejecutó en estilo plateresco. La iglesia, que ocupa el ala norte, y fue finalizada en 1602, es de estilo herreriano. El resto del monasterio, erigido durante el siglo XVII es de estilo barroco y culmina con su fachada churrigueresca, obra de Pedro de Ribera.
Fachada oriental. Se denomina así porque su decoración imita las filigranas que los orfebres realizaban sobre la plata. El edificio fue diseñado por Enrique Egas y su ejecución corresponde a los siguientes maestros: Francisco de Luna, Pedro de Vandelvira, Gaspar de Vega, Pedro Tolosa, Diego de Alcántara y Bartolomé Ruiz (siglo XVI).
La decoración plateresca se observa claramente en las ventanas de la fachada oriental donde se aprecia cierta asimetría. Se repiten los motivos: calaveras, conchas, cruces y motivos alegóricos. El artesonado de su refectorio, tallado en madera de pino melis, está compuesto por treinta y seis casetones que corresponden a treinta y seis bustos de maestres, priores y caballeros de la Orden de Santiago. Destacan entre ellos el dedicado a don Álvaro de Luna y el de Carlos I que ocupa el lugar central con sus atributos imperiales: una espada y un orbe. En el lado sur figura un escudo de España. La antigua sacristía tiene dos naves formando ángulo recto. Su bóveda es de crucería con elementos ojivales. Las labores platerescas cubren frisos, columnas y pilastras.
La iglesia es obra de Francisco de Mora (discípulo de Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial), que estuvo al frente de las obras durante veintidós años. Por eso, a veces, se le denomina al monasterio como el «Escorial de la Mancha». Es de cruz latina y tiene una sola nave, con cinco tramos y un coro elevado. Tiene sesenta y cinco metros de larga y doce de ancha. El crucero es más alto y se cierra en forma de linterna. La cúpula es de media naranja y está adornada con gajos sobre pechinas, es de Antonio Segura. El crucero está separado por una verja decorada con las armas reales y la cruz de Santiago. En su única nave se forman capillas laterales intercomunicadas que forman como dos naves laterales. Su construcción se terminó en 1598.
El retablo mayor original era de estilo greco-romano con tendencias barrocas y de él se conservan restos en su parte superior. Fue encargado a Francisco García Dardero. El resto fue destruido durante la Guerra Civil y luego reconstruido en escayola. El cuadro de Santiago que preside el retablo es de Francisco Ricci, pintor de cámara de Felipe IV, y ha sido restaurado recientemente.
Entre la sacristía y la iglesia se halla la entrada a la cripta, que tiene forma de cruz latina. La antigua iglesia fue sepultura de ilustres personajes de la Orden de Santiago. Allí se enterró a Doña Urraca, al Maestre Rodrigo Manrique y a su esposa, así como a su famoso hijo Jorge Manrique y muchísimos personajes más de la Orden. Hoy no se sabe exactamente dónde reposan estos restos. Al construirse la actual iglesia (1602) los sepulcros existentes en la iglesia de Santiago fueron reubicados en un subterráneo de la misma, al cual se bajaba por una escalera de ochenta escalones que había en una capilla debajo del coro.
En el siglo XVII se construyó el patio del monasterio, con dos pisos de galerías, el superior cerrado a modo de balcones, así como la escalera que da acceso a este segundo piso.
El claustro tiene treinta y seis balcones, en honor a los treinta y seis canónigos reglares que vinieron de Loyo. La parte superior del claustro está cerrada y la inferior abierta.
La fachada oeste fue planificada por Francisco de Mora, pero no fue ejecutada por él. También es de estilo herreriano y en ella se encuentra la entrada frontal de la iglesia. Al lado queda un trozo de muro de la antigua construcción árabe. Esta fachada está flanqueada por dos torres con altos chapiteles que desaparecieron en el siglo XIX en los incendios de 1845 y 1877 y que con los planos respectivos, deberán reponerse en algún momento, manteniendo el plan original de la obra.
La fachada principal o del mediodía fue construida en 1735 por Pedro de Ribera, importante maestro barroco del foco cortesano. Destaca en esta fachada tanto su composición, a modo de fachada retablo, como su ornamentación esculpida.
En la portada aparecen dispuestas cuatro pilastras, sin sujeción arquitectónica, que actúan como elementos decorativos.
En la parte superior se hallan delfines, leones, cabezas, guerreros, trofeos, frutas y dos cruces de Santiago. Como remate, dos bustos de moros sujetos con cadenas, medio cuerpo de Santiago con la cruz maestral en la mano izquierda y una espada en la derecha en la que se lee Fidei defensio («Defensa de la fe»).
En la parte inferior figura la inscripción Caput Ordinis («Cabeza de la orden»), cruces sueltas, corona real, caballeros con trofeos y moros encadenados, exponente del dominio que se tenía sobre ellos y de la esclavitud a la que los redujeron.
De la antigua fortaleza de la Orden de Santiago quedan tres torres cuyos nombres vienen equivocados en la mayoría de los libros de castillos, pero que están claramente definidos en los libros de visitas de la Orden que se guardan en el Archivo Histórico Nacional. Las tres torres, en dirección norte-sur, son: la torre del Pontido, unida por un puentecillo a la torre del Palomar, a continuación un foso excavado en roca, que se vencía por medio de un puente levadizo y que conectaba con una muralla que conducía a la torre Albarrana. De las antiguas torres del Homenaje Viejo, del Homenaje, de la Plata y Blanca se desconoce su localización exacta, aunque se sabe que fueron derribadas para proseguir las obras de la actual iglesia.
Tras el fin de la Reconquista, el conjunto de edificios sufrió una remodelación radical, que acabó con gran parte de los elementos defensivos del castillo y le dio el aspecto actual. No así con las murallas, que aún se conservan: una primera muralla protegía la antigua huerta, regada con las aguas del río Bedija; una segunda, actualmente en muy mal estado, deja aún entrever su disposición en forma de dientes de sierra.
La construcción del monasterio se inició en 1529, durante el reinado de Carlos I (la corona había adquirido en el siglo XV el maestrazgo de la orden), comenzando por el ala este, que es de estilo plateresco. Las trazas originales son de Enrique Egas. En el último cuarto del siglo XVI comenzó la construcción de la iglesia, de estilo herreriano. Avanzado el siglo XVII continuaron las obras del patio y de la escalera principal, al tiempo que se concluían las alas oeste y sur. La obra finalizó en 1735, bajo el reinado de Felipe V, elevándose un cuerpo la nave oriental y terminándose la portada principal, que es de estilo churrigueresco.
Para su construcción se utilizó piedra del cerro «Cabeza del Griego» (Segóbriga), sobre todo en la fachada oriental.
En 1836, con la desamortización de Mendizábal, la Orden de Santiago tuvo que abandonar el edificio. A principios del siglo XX se destinó el monasterio a colegio de enseñanza, y más tarde a noviciado y colegio de agustinos, hasta que en 1936 fue saqueado y destrozado interiormente, instalándose luego en él un hospital provisional. Terminada la Guerra Civil, se dedicó a cárcel para presos políticos entre los años 1939 y 1943, en cuyo periodo murieron más de mil presos, fusilados o a causa de diversas enfermedades y fueron enterrados en una zona externa al monasterio, conocida como «La Tahona». Cerrada la prisión, fue restaurado y recibió en octubre de 1949 se convirtió el seminario menor del obispado de Cuenca, con el nombre de Seminario Menor «Santiago Apóstol».
Bien de Interés Cultural. El monasterio fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. En 2003 se amplió la protección a su entorno.
Fruto del largo período durante el cual se ejecutaron las obras, pueden apreciarse en el monasterio tres estilos arquitectónicos: plateresco, herreriano y churrigueresco, lo que le convierte en un lugar ideal para realizar un repaso de historia del arte. El ala este del monasterio, de la primera mitad del siglo XVI, se ejecutó en estilo plateresco. La iglesia, que ocupa el ala norte, y fue finalizada en 1602, es de estilo herreriano. El resto del monasterio, erigido durante el siglo XVII es de estilo barroco y culmina con su fachada churrigueresca, obra de Pedro de Ribera.
Fachada oriental. Se denomina así porque su decoración imita las filigranas que los orfebres realizaban sobre la plata. El edificio fue diseñado por Enrique Egas y su ejecución corresponde a los siguientes maestros: Francisco de Luna, Pedro de Vandelvira, Gaspar de Vega, Pedro Tolosa, Diego de Alcántara y Bartolomé Ruiz (siglo XVI).
La decoración plateresca se observa claramente en las ventanas de la fachada oriental donde se aprecia cierta asimetría. Se repiten los motivos: calaveras, conchas, cruces y motivos alegóricos. El artesonado de su refectorio, tallado en madera de pino melis, está compuesto por treinta y seis casetones que corresponden a treinta y seis bustos de maestres, priores y caballeros de la Orden de Santiago. Destacan entre ellos el dedicado a don Álvaro de Luna y el de Carlos I que ocupa el lugar central con sus atributos imperiales: una espada y un orbe. En el lado sur figura un escudo de España. La antigua sacristía tiene dos naves formando ángulo recto. Su bóveda es de crucería con elementos ojivales. Las labores platerescas cubren frisos, columnas y pilastras.
La iglesia es obra de Francisco de Mora (discípulo de Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial), que estuvo al frente de las obras durante veintidós años. Por eso, a veces, se le denomina al monasterio como el «Escorial de la Mancha». Es de cruz latina y tiene una sola nave, con cinco tramos y un coro elevado. Tiene sesenta y cinco metros de larga y doce de ancha. El crucero es más alto y se cierra en forma de linterna. La cúpula es de media naranja y está adornada con gajos sobre pechinas, es de Antonio Segura. El crucero está separado por una verja decorada con las armas reales y la cruz de Santiago. En su única nave se forman capillas laterales intercomunicadas que forman como dos naves laterales. Su construcción se terminó en 1598.
El retablo mayor original era de estilo greco-romano con tendencias barrocas y de él se conservan restos en su parte superior. Fue encargado a Francisco García Dardero. El resto fue destruido durante la Guerra Civil y luego reconstruido en escayola. El cuadro de Santiago que preside el retablo es de Francisco Ricci, pintor de cámara de Felipe IV, y ha sido restaurado recientemente.
Entre la sacristía y la iglesia se halla la entrada a la cripta, que tiene forma de cruz latina. La antigua iglesia fue sepultura de ilustres personajes de la Orden de Santiago. Allí se enterró a Doña Urraca, al Maestre Rodrigo Manrique y a su esposa, así como a su famoso hijo Jorge Manrique y muchísimos personajes más de la Orden. Hoy no se sabe exactamente dónde reposan estos restos. Al construirse la actual iglesia (1602) los sepulcros existentes en la iglesia de Santiago fueron reubicados en un subterráneo de la misma, al cual se bajaba por una escalera de ochenta escalones que había en una capilla debajo del coro.
En el siglo XVII se construyó el patio del monasterio, con dos pisos de galerías, el superior cerrado a modo de balcones, así como la escalera que da acceso a este segundo piso.
El claustro tiene treinta y seis balcones, en honor a los treinta y seis canónigos reglares que vinieron de Loyo. La parte superior del claustro está cerrada y la inferior abierta.
La fachada oeste fue planificada por Francisco de Mora, pero no fue ejecutada por él. También es de estilo herreriano y en ella se encuentra la entrada frontal de la iglesia. Al lado queda un trozo de muro de la antigua construcción árabe. Esta fachada está flanqueada por dos torres con altos chapiteles que desaparecieron en el siglo XIX en los incendios de 1845 y 1877 y que con los planos respectivos, deberán reponerse en algún momento, manteniendo el plan original de la obra.
La fachada principal o del mediodía fue construida en 1735 por Pedro de Ribera, importante maestro barroco del foco cortesano. Destaca en esta fachada tanto su composición, a modo de fachada retablo, como su ornamentación esculpida.
En la portada aparecen dispuestas cuatro pilastras, sin sujeción arquitectónica, que actúan como elementos decorativos.
En la parte superior se hallan delfines, leones, cabezas, guerreros, trofeos, frutas y dos cruces de Santiago. Como remate, dos bustos de moros sujetos con cadenas, medio cuerpo de Santiago con la cruz maestral en la mano izquierda y una espada en la derecha en la que se lee Fidei defensio («Defensa de la fe»).
En la parte inferior figura la inscripción Caput Ordinis («Cabeza de la orden»), cruces sueltas, corona real, caballeros con trofeos y moros encadenados, exponente del dominio que se tenía sobre ellos y de la esclavitud a la que los redujeron.
De la antigua fortaleza de la Orden de Santiago quedan tres torres cuyos nombres vienen equivocados en la mayoría de los libros de castillos, pero que están claramente definidos en los libros de visitas de la Orden que se guardan en el Archivo Histórico Nacional. Las tres torres, en dirección norte-sur, son: la torre del Pontido, unida por un puentecillo a la torre del Palomar, a continuación un foso excavado en roca, que se vencía por medio de un puente levadizo y que conectaba con una muralla que conducía a la torre Albarrana. De las antiguas torres del Homenaje Viejo, del Homenaje, de la Plata y Blanca se desconoce su localización exacta, aunque se sabe que fueron derribadas para proseguir las obras de la actual iglesia.
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